LA LIBERTAD DE HACER LO CORRECTO
El psiquiatra Viktor Frankl, creador de la terapia del sentido de vida (logoterapia), paso 4 años encerrado en los campos de concentración de Auschwitz. Estando alli, acuño una frase: “A una persona, se le puede quitar todo, salvo una cosa, la última de las libertades humanas: Su actitud personal antelas circunstancias que le toca vivir”
Tal vez te quejes y arguyas que no hay punto de comparación, entre los que vives y lo que el vivió: Tienes razón.
Durante su cautiverio, encadenaban a los presos de 2 en 2 para ejecutar los trabajos forzados. Pasaba que a veces, el compañero de Frankl desfallecía y caía al suelo. Cuando Frankl intentaba ayudarle, el guardia le daba un puntapié, mientras le gritaba “Porque le ayudas”. La siguiente vez que un compañero de cadena caía, Frankl no hacía nada para ayudarle, y el guardia le volvía a dar un puntapié, mientras le gritaba “Porque no le ayudas”.
Frankl comprendió que hiciera lo que hiciera, habría patadas; así que decidió que, en adelante, seguiría su instinto natural: Ayudaría al compañero que cayera (la última de sus libertades). Así las patadas recibidas, cobraban un nuevo sentido. Eran el precio por hacer lo que consideraba correcto. Un sentido que no era percibido por aquellos compañeros de prisión que solo actuaban por instinto de supervivencia y miedo (sin autonomía, sin sentir que podía elegir algo en su vida).
Así, Frankl experimento un nuevo tipo de libertad. Se sentía, incluso más libre que sus captores -ellos solo recibían órdenes y acataban-. Cierto, Frankl no tenía ninguna influencia sobre lo exterior (lo que le tocaba vivir), pero si podía gobernar por completo como elegía vivirlo.
Pregunta: En una empresa en general, ¿Estoy de cuando en cuando bajo las órdenes de un jefe tipo timonel (impersonal, controlador y toxico con las personas)? Si.
Pregunta: En dicha empresa, en general ¿Tengo la libertad como empleado, de ejecutar las acciones que quiera en cada momento? No.
Al igual que Frankl, no contamos con la primera libertad (La libertad de decidir que vamos a hacer), pero aún contamos con la segunda y última libertad: La autonomía para elegir nuestra actitud. Como Frankl, no siempre podremos expresar toda nuestra libertad en un entorno externo, más en nuestro interior, somos los dueños absolutos de y tenemos el control de nuestros corazones y mentes: Podemos decidir qué actitud elegimos tener en cada momento. Existe una frase que puede ejemplificar esta actitud “Uno no puede escoger la cara que tiene, pero si la cara que pone”.